Nuestra compañera Juanita, una gran luchadora incansable, en sus tantísimos años de vida, nos preparó un resumen de la vida de María del Rosario del Valle. Lo publicamos en nuestro blog porque nos parece de fundamental relevancia rescatar el rol de los héroes y heroínas olvidados, que no son más que el pueblo; el mismo pueblo que hoy lucha y del cual sólo se menciona a sus líderes. Detrás de cada líder y de cada foto, hay miles de personas que lucharon, que luchan y lucharán.
Ahí nos encontramos, en la historia y la lucha de los de abajo...
La Madre de la Patria - María del Rosario del Valle
(resumido por Juanita Izús)
Argentina tiene una MADRE DE LA PATRIA a la que ignora. Una
combatiente negra que participó ya en las Invasiones Inglesas utilizando
aceite hirviendo para atacar a los ingleses.
Después de la Revolución de Mayo al organizarse la primera
expedición al Alto Perú se incorporó junto con su marido y sus dos hijos
al Regimiento de Artillería al mando de Bernardo de Anzoategui que,
luego de varias victorias, sufrió una derrota, Batalla de Huaqui, donde
perdió a toda su familia.
Enterada de que Belgrano se preparaba para dar la batalla de Tucumán, se presentó el día anterior rogándole que le permitiera integrarse para asistir a los heridos. Belgrano
se negaba, una cuestión de disciplina (una mujer en el ejército de
hombres).
Ella logró pasar al frente a fin de alentar y asistir a la tropa
que logró un verdadero triunfo para el Ejército Revolucionaio. Los
soldados comenzaron a llamarla "Madre de la Patria" por la atención que
les prestaba. Luego de la victoria de Salta, por su valor, Belgrano la
nombró Capitana.
Pero, posteriormente, vinieron las derrotas de Vilcapugio y
Ayohuma. Fué herida de bala y tomada prisionera. Pero no se entregó.
Ayudó a escapar a varios oficiales patriotas. El castigo fué tremendo:
días de azotes públicos que dejaron heridas imborrables. Logró escapar
reintegrándose a las fuerzas de Güemes y Juan Alvarez de Arenales con
las que luchó hasta el fin de la guerra.
De regreso a Bs. Aires se refugió en un rancho fuera de la ciudad y
para sobrevivir vendía pasteles, tortafritas, luego a mendigar.
Abandonada, harapienta, era muy difícil reconocerla. Un día la reconoció
el Gral Viamonte, entonces Senador de la Nación, que se acercó y
reprocharle porque no lo fué a ver. Su repuesta fué: Yo tocaba el timbre
de su casa, su servidumbre abría la puerta y al verme en estas
condiciones me cerraba la puerta diciendo, pobre, es una loca.
Cuando le preguntaban que eran esas cicatrices que tenía respondía que eran heridas producidas en la guerra de la Independencia, la gente murmuraba: pobrecita, está loca.
Carlos Ibarguren, Historiador salteño la rescató del olvido.